Puente sobre el Río Perales |
Mayo del año 1846: Un joven estudiante madrileño se desplaza a la localidad de Navalagamella y se entrevista con el alcalde, que le dice que en el pueblo hay un total de cuatro molinos harineros en las inmediaciones del río Perales. Toma nota de esto, del número de habitantes (287 almas) y envía un informe al insigne Pascual Madoz, que unos años más tarde publica estos datos en su monumental Diccionario Geográfico Estadístico. El joven en un corto paseo recorre el curso del río Perales y observa cómo los vecinos de Navalagamella y de las vecinas poblaciones de Valdemorillo y Quijorna aprovechan para moler los últimos granos de cereal de la temporada, antes de que el sol merme el ya reducido caudal del río. Nuestro anónimo héroe le tira los tejos a una molinera, pero... eso ya es otra historia.
Julio del año 1937: Un numeroso grupo de soldados del bando que finalmente ganaría la cruenta guerra "incivil" española se cobija en fortificaciones y bunkers manteniendo sus posiciones durante los dos años que en esta zona se estabilizó el frente, mientras que los republicanos hacían lo propio en la cercana población de Valdemorillo. El bando rebelde repele el ataque republicano en la Batalla de Brunete logrando una pírrica victoria, habida cuenta de la ingente cantidad de bajas por ambos bandos (sólo en esta batalla unos 50.000 compatriotas perdieron sus vidas).
Fortín de la Guerra Civil en el Mirador del Hondillo.
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Mayo del año 2012: Una pareja de asturianos, exiliados por motivos laborales (de momento no nos han mandado a Laponia), recorre la Sierra Madrileña durante los fines de semana, buscando lugares que se asemejen, aunque sea levemente, a su añorada tierra, y disparan sus cámaras fotográficas a diestro y siniestro para inmortalizar esos agradables momentos de ocio. Uno de los fines de semana se acerca a recorrer la que llaman "Senda Ecológica de los Molinos", tratándose de una ruta circular de 6,5 kilómetros en la madrileña población de Navalagamella que esconde lugares con gran valor ecológico.
Río Perales |
Dejamos el coche en un aparcamiento habilitado en las inmediaciones del
Puente de la Carretera M-510 y, con agua y bocadillos en nuestras
mochilas, empezamos la caminata siguiendo el curso del ya mencionado Río
Perales, uno de los cursos fluviales más limpios de la provincia de
Madrid, formado por la unión de varios arroyos y que sufre un fuerte
estiaje, llegando incluso a secarse en alguno de sus tramos durante el verano.
Al poco de empezar, nos encontramos con los restos de uno de esos cuatro molinos harineros que cita Madoz (llegaron a ser siete). Se trata de un molino de cubo: el agua es canalizada primero por una presa y después por un canal (llamado cad) hasta el cubo de presión, un cilindro de piedra (en este caso, granito) de cierta altura, al cual se adosaba un edificio en el que se encontraba el mecanismo del molino propiamente dicho. Este tipo de molinos, al parecer de origen árabe, fueron utilizados en la Península Ibérica en aquellos lugares con cursos de agua de escaso e irregular caudal. Este es precisamente el caso de nuestro río Perales, que permitía que las tareas de molido únicamente se pudieran realizar en los meses del invierno y la primavera.
Cad y cubo de presión de uno de los molinos |
A lo largo del curso del río, que seguiremos durante unos cuantos metros más, se suceden los restos antiguas canalizaciones y de otros molinos similares, hasta llegar al Descansadero del Puente del Hoyo, lugar donde los pastores transhumantes que seguían la Cañada Real Leonesa (desde la vertiente leonesa de la Cordillera Cantábrica hasta Extremadura) aprovechaban para descansar mientras que el ganado abrevaba.
Descansadero del Puente del Hoyo |
Puente del Hoyo |
La ruta sigue por la Cañada y atraviesa un bosque de encinas, enebros y, en algunos lugares, pinos piñoneros, para volver a la casilla de salida.
Vista del Bosque desde el Mirador del Hondillo. |
En resumidas cuentas, pasamos una agradable tarde a pesar de no haber visto ninguno de los animales que en las descripciones de la senda se mencionan, destacando entre éstos la gran señora de nuestros cielos, el águila imperial. Sí pudimos contemplar un buen número de ranas, alguna cigüeña, ánades reales y, fugazmente, un par de culebras, que durante unas décimas de segundo me demostraron lo rápido que puede fluir la sangre por mis venas.
Además, pudimos contemplar un magnífico ejemplo de monte mediterráneo y un bosque de galería, formado mayoritariamente por fresnos, en las orillas de un río de aguas calmas y cristalinas.
Gran ejemplar de fresno, aún sin hojas |