Dos de las cabañas de la Braña en un prado |
Cada verano de mi, cada vez más lejana, infancia me fijaba en un grupo de prados con varias brañas con el techo de pizarra, que desde un balcón privilegiado se asoman al Valle del Naviego, y que se pueden contemplar perfectamente desde las aldeas canguesas de La Linde o Villacibrán, al otro lado del valle. Se trata de la Braña de La Espina, una antigua braña vaqueira a la que cada verano acudían vaqueiros del concejo de Valdés, hasta que, hace sólo unos pocos años, las tierras fueron vendidas a algún vecino de estos solitarios parajes del suroccidente asturiano.
Tejado de pizarra de una de las cabañas y, al fondo, el Pico Sieiro y La Linde. |
Nada más cruzar el puente, tomamos una pista que sale a mano derecha con una acusada pendiente. Poco a poco vamos ganando altura y saldremos de la zona más arbolada, vislumbrando en la ladera opuesta, al otro lado del río, el pueblo de Socarral, el Palacio de San Pedro de Arbás y una ermita de un deslumbrante color blanco, cabeza de la parroquia del mismo nombre.
Vista del Palacio de San Pedro de Arbás |
La mejor época para visitar la zona es, sin duda, en primavera, cuando prados y árboles lucen un brillante color verde, que contrasta con la variedad cromática de un sinfín de flores, destacando entre éstas las aguileñas, así llamadas por su forma, que recuerda a la garra de un águila.
Aguileña |
Seguiremos subiendo y ganando altura por la misma pista, que zigzaguea por la loma de la ladera, ofreciendo impresionantes vistas del Valle del Río Naviego.
La dureza de la subida se ve compensada, con creces, con la llegada a la Braña, compuesta por cuatro o cinco prados cerrados con un muro de piedra y varias cabañas, algunas de las cuales va acusando el paso de los años y el abandono.
En el concejo de Cangas del Narcea hubo otras brañas de los vaqueiros de alzada: Soldepuesto (en la misma ladera, unos cuantos metros más arriba), La Feltrosa, Braniego, Xunqueiras, Los Llanos, Teixedal, pero pocas tan llamativas y bien conservadas como ésta.
Estas brañas, como nuestros molinos, hórreos, paneras, cortines, etc., constituyen un testimonio etnológico de primer orden que todos los asturianos tenemos el deber moral de preservar, aunque sólo sea para recordar la forma de vida, no tan lejana, de aquellos que nos precedieron en este valle de lágrimas.