martes, 13 de septiembre de 2011

ESQUÍ CONTRA LA CRISIS.

Esta pasada primavera un oso se acercaba a la aldea de Cobos (a escasos siete kilómetros de la villa de Cangas) para darse un atracón de cerezas y nisos, y en la Linde (al pie de Leitariegos) otro hacía lo propio, rompiendo varias ramas de jóvenes cerezos bravos.

Cerca de la vecina Fonsagrada un rapídisimo y audaz esbardo retaba a una carrera a los sorprendidos ocupantes de un todoterreno por una de esas recónditas carreteras (después de dejarse hacer una fotografía con un teléfono móvil y demostrar claramente su superioridad abandonó la vía para tomarse unos chatos con sus colegas).

En Fuentes de las Montañas, un verano sí y otro también, los cortines son asaltados por una banda de peligrosos plantígrados, que se llevan el contenido de truébanos y modernas colmenas, a pesar de los desvelos de los escasos lugareños. Menos mal que el Agente Forestal del Principado se personó ipso facto en el lugar de los hechos y la indemnización no va a tardar en llegar: dicen que sobre el 2020 empezarán a cobrar los primeros euros.

Cuentan que en Degaña otro oso (o quizás sea siempre el mismo) se subió a una pala para comerse el bocadillo de su operario, en un flagrante descuido de éste. Dicen incluso que hizo ademán de arrancar la máquina para cargarse el coche de un tal Victorino; en su declaración ante la Autoridad Judicial nuestro oso (al que vamos a llamar Bubu) reconoció todos los cargos, y manifestó que no se decidió a arremeter contra el vehículo por no recordar con exactitud la matrícula del tal Victorino (al parecer, un tal Alonso tiene un coche con una numeración muy similar). El operario finalmente retiró la denuncia y Bubu pudo volver al monte libre de cargos, si bien se rumorea que hay una orden de protección que impide al buen Bubu acercarse al ínclito Victorino. En fin, ya se sabe. La Justicia es ciega.

Huella plantar de nuestro amigo Bubu
(Del Sumario, declarado TOP SECRET)

El año pasado dos esbardos (hermanos, por más señas) se dejaron ver durante varias jornadas en una soleada ladera entre las poblaciones de Fondos de Vega y La Viliella. La carretera se llenó de lentes ópticas para inmortalizar estos paseos de nuestros protagonistas; además de cámaras fotográficas había algunos individuos con una conducta un tanto peculiar: se empeñaban en sujetar las cámaras invadiendo uno de los tramos más peligrosos de la carretera, demostrando poco, o ningún, aprecio por su propio pellejo.

Hace unos días, en un lugar muy cercano, una pareja de osos se hacía famosa en el nuevo programa de La Sexta: el Gran Hermano Osuno. Los osos, ávidos de alcanzar un efímera fama, protagonizaron una tórrida escena, que ya ha dado la vuelta al mundo. Cuentan que el gran Lobato va a dejar de seguir por medio mundo a Fernando Alonso y se va a instalar en el Suroccidente de Asturias para presentar el ya famoso Gran Hermano Osuno (le están preparando reglas nemotécnicas para que no olvide los nombres de Lara y Villarina, mucho más complicados que los de Alguersuari, Button, etc).
Por su parte, otra estrella del firmamento televisivo, el simpar Jordi González, prepara un emocionante programa en el que Paca y Tola contactarán con el más allá y podrán hablar con su difunta madre, vilmente asesinada por un furtivo en Gedrez.
Mientras tanto, el Principado hace una agresiva campaña publicitaria con un tal Yogui de protagonista, y baraja la posibilidad de cambiar los nombres del Río Narcea y del Parque Natural de Fuentes del Narcea, por otros con mayores atractivos turísticos (Yellowstone y Parque Natural de Fuentes de Yellowstone, respectivamente). Los Obama se han ofrecido para inagurar una placa con el nombre del Río en el Puente Colgante.

Todas estas noticias no hacen más que confirmar un dato irrefutable, a la par de reconfortante: la población del mayor mamífero (que no mamón) de la Península Ibérica poco a poco parece recuperarse. No obstante, persisten seculares problemas que siguen poniendo en serio peligro su futuro: la endogamia por la fragmentación de las poblaciones occidental y oriental, el furtivismo (lazos, impresentables de gatillo fácil, amigos de la estirnina y otros sucedáneos) y, especialmente, la pérdida del hábitat por la acción humana (explotaciones a cielo abierto, autopistas y otras vías de comunicación, incendios, estaciones de deportes de invierno,..).

Como no todas la noticias pueden ser buenas, un joven político accede hace unos meses a la Alcaldía del mayor municipio del Principado de Asturias y, como única propuesta para capear esta crisis, señala la ampliación de la estación de esquí de Leitariegos, y, para más inri, recupera la idea de una autovía entre La Espina y Ponferrada, esta vez cargándose nuestro valle del Río Naviego (quieren cambiar su nombre por el de Pecos). Eso sí, todo esto se pretende hacer con la única intención de ayudar a la población rural, dado que las estrictas medidas de protección asociadas a la declaración del citado Parque de Yellowstone impiden a nuestros ganaderos y agricultores poder desarrollar sus labores cotidianas y les impide lucrarse con el gran negocio del oro blanco, la nieve. Además, promete "forfait" gratis para todos ellos. Mi abuela, con sus noventa primaveras y que vive muy cerca de Leitariegos, está muy contenta porque, por fin, va a poder esquiar, y dice que con la estación va a ganar dinero a espuertas para repartir entre sus numerosos, y necesitados, nietos.

La ampliación de la estación de Leitariegos, a costa (supongo) de terrenos incluidos en la Reserva Natural del Cueto de Arbás, supone una actuación realmente agresiva y dañina en un lugar estratégico para la conservación de una especie emblemática: el denominado corredor de Leitariegos permite el contacto entre las poblaciones básicas y cruciales para la conservación del Oso Pardo en España, las de Somiedo y las del Alto Sil, Narcea y Degaña. Una actuación en este lugar supondría, unida a las explotaciones a cielo abierto de nuestro amigo Victorino, un golpe realmente duro (casi diría que definitivo) para la sobrevivencia de especímenes tan bellos como el de la fotografía que sigue.

Esta imagen de un joven esbardo disfrutando en un prado cangués de (... mejor no lo digo) fue tomada con un modesto teléfono móvil a la una de la tarde de un magnífico día primaveral. Pensemos lo que vamos a hacer si queremos seguir viendo cosas como estas, y que nuestros hijos y nietos puedan decir lo mismo. Por cierto, creo que existe una cosa que se llama Unión Europea, y otra que se llama declaración de impacto ambiental: mis esperanzas (siempre he sido demasiado ingenuo) quedan depositadas en esas pocas palabras. Esperemos que puedan más que otras que suenan bastante peor, como éstas que, a vuela pluma, se me ocurren: egoísmo, ignorancia, dinero, ...

Moraleja: Menos esquiar, y más trabajar.