jueves, 27 de octubre de 2011

HOLOCAUSTO FORESTAL



"La ignorancia es la madre de todos los crímenes". Honore Balzac.

Hayedo de Monasterio de Hermo (Brañas del Narcea)

Desde la distancia busco, y devoro con ansiedad, noticias sobre los últimos incendios en ese rincón de Asturias que me vio nacer. Leo con rabia e impotencia las reseñas de nuestros diarios regionales y de los escasos blogs que se hacen eco del desastre. En la presa, radio y televisión nacionales no existimos; sólo hay fuegos en Galicia y, por la desgraciada muerte de un brigadista, en León.

Los últimos días, aprovechando un otoño anormalmente caluroso y seco, hectáreas y hectáreas de valiosísimos bosques y monte bajo ardieron por la acción de pirómanos y terroristas que no se merecen otra cosa que pudrirse en la cárcel. Para más inri, esto tiene lugar ante la clamorosa pasividad de una Administración desbordada, empeñada en minimizar la trascendencia de lo sucedido, y en ocultar la más que preocupante inexistencia de una política forestal medianamente seria y la manifiesta inutilidad e inexperiencia de sus políticos.

Afortunadamente, llegaron las lluvias y parece que el fantasma de nuevos incendios se aleja por unos meses, tiempo en el que conviene reflexionar y tomar medidas para que esto no vuelva a repetirse (¿es mucho pedir?).


Sé por experiencia que en cada aldea y pueblo del Suroccidente de Asturias casi todo el mundo conoce con exactitud cuál de sus vecinos se ha dedicado durante años a prender fuego al monte, gozando de una absoluta impunidad y con peregrinas excusas: pastos, caza, venganza por el despido de una brigada de extinción de incendios, litigios por la propiedad de cuatro puñados de tierra,...

Es fundamental que todos y cada uno de estos vecinos ayuden a quienes tienen la obligación de investigar estos delitos (fundamentalmente, al Seprona) a encauzar y dirigir las pesquisas hacia individuos como el que tuvo la criminal idea de prender fuego en la braña de Collada en una aciaga y ventosa noche que los vecinos del Valledor no olvidarán en su vida. Este individuo no sólo quemó un valle entero con su inmenso pinar, sino que destruyó para siempre una parte importantísima de nuestro patrimonio arquitectónico y etnológico (una simple llamada anónima puede servir para que el indeseable acabe pagando por el imperdonable delito que ha cometido).

Hayedo de Monasterio de Hermo

En los últimos años, se están produciendo preocupantes incendios en las inmediaciones del que pasa por ser uno de los mayores robledares de Europa, Muniellos (sin ir más lejos, en La Viliella, por poner un ejemplo repetido). Nadie hace nada al respecto. Es absolutamente necesario que la Administración se ponga las pilas, que tome cartas en el asunto y que los autores de estas "hazañas" sientan el aliento de la justicia en su cogote. De nada sirve llevarse las manos a la cabeza cuando se produce el desastre.

Estos desgraciados episodios hacen que nos olvidemos que estamos en otoño, una estación preciosa, o, como dijo Albert Camus, una segunda primavera en la que cada hoja es una flor. En las montañas, prados y bosques hay una explosión de contrastes y de colores; podemos admirar distintas tonalidades y matices de ocres, marrones y dorados en las hojas muertas de nuestros castaños, abedules, álamos, cerezos, arces, robles, alisos, fresnos, nogales, hayas, ...

Tenemos que acabar ya con esto, si queremos seguir disfrutando de imágenes como las que ilustran esta entrada.