miércoles, 28 de diciembre de 2011

DESPEDIDA A UN AMIGO.

Querido Juan Carlos:

Poco antes de Nochebuena, cuando me encontraba en casa para pasar tan entrañables días en compañía de mi familia, un amigo común me llamó y me dijo que no volveríamos a verte.

En una gélida mañana invernal, la chica que limpia el portal de tu casa te halló, inerte, en el descansillo de la escalera, a escasos metros de la puerta del domicilio que, a causa de tus problemas económicos, te veías obligado a compartir con los dos rusos (que en realidad son rumanos, pero eso a ti nunca te importó, y ya no es momento de llevarte la contraria).

Me contaron que, de madrugada, te resbalaste en esa maldita escalera con tal mal fario que te golpeaste en la nuca y perdiste la vida.

Desde entonces no hago más que intentar recordar el último botellín (esta vez ya no fue el penúltimo) que tomamos juntos en el Bar de Sinchan, las partidas de mus que compartimos, cómo veías la grande para echarte un farol a pares o al juego (ganándote las broncas de Sinchan), la palmera de chocolate que te comías a deshoras o esos aperitivos que últimamente rechazabas porque te estabas arreglando la dentadura y apenas podías masticar.

Me quedaré con lo mejor de tu carácter, con tus chascarrillos y sonrisas después de la partida, con ese buen humor del que siempre hacías gala; no te importaba el resultado de la partida ni que la ayuda por desempleo tocara a su fin sin que se acabara de arreglar lo de los papeles de tu merecida prejubilación.

Me gustaría despedirme de ti con una fotografía de tu maravillosa tierra extremeña, esa misma que tan fría, repentina y prematuramente te acoge.

Descansa en paz amigo.

Valle del Ambroz,
inmediaciones de Hervás (Cáceres)
Primavera del 2005