miércoles, 20 de junio de 2012

LAGUNAS DE FASGUEO


  Durante buena parte de la primavera, nuestras sagradas montañas del Suroccidente de Asturias se tiñen de un color morado que contrasta con el verde intenso de los primeros brotes de los árboles de hoja caduca. El responsable de esta llamativa transformación cromática es un pequeño y modesto arbusto que los lugareños llamamos "ganzo", y que en la lengua de Cervantes recibe el nombre de brezo.


Brezo. Erica australis, subesp. aragonensis
     Con ocasión del último regreso a casa, preparamos una ruta por las tierras que separan el municipio leonés de Palacios del Sil del asturiano concejo de Degaña, una de las zonas más desconocidas y bellas del Principado. Iniciamos la caminata en el Puerto de Valdeprado, otro de los muchos que, a lo largo de la Cordillera Cantábrica, sirven de entrada a nuestro Paraíso esmeralda. Este Puerto de Valdeprado, o de San Antón, fue probablemente el lugar elegido por los romanos para transportar el oro extraído en Degaña (El Corralín) hasta Astorga, desde donde se enviaba, vía Tarragona, a la ciudad eterna. Lo que hoy sale por él (y me temo que no por mucho tiempo) es el carbón de Cerredo hacia las cercanas térmicas del Bierzo.

 
    No sé si por la deficiente señalización de la ruta o por la torpeza innata de los senderistas, empezamos nuestra aventura adentrándonos en un espeso bosque de esbeltos abedules y serbales, con algunos robles centenarios que, orgullosos, mostraban negras cicatrices de viejos fuegos originados, cómo no, por algún pirómano.     
Gran Ejemplar de Roble entre abedules

   Merced a un modernísimo GPS, pudimos salir del bosque para adentrarnos en un inextricable piornal, que nos mantuvo entretenidos un buen rato intentando evitar arañazos. Por fin, casi a ciegas, encontramos el camino al salir a un cortafuegos que recorría el lomo la ladera, ofreciendo magníficas vistas del valle de Degaña.

Vista de Degaña
      Como era de esperar, los estómagos pronto empezaron a reclamar algo sólido para poder recuperar fuerzas y acometer la parte más dura de la subida. En una pequeña campa, dimos cuenta de una riquísima empanada, comprada ese mismo día en un conocidísmo establecimiento cangués. Allí pudimos ver algunas de las especies más representativas de la riquísima flora de la Cordillera Cantábrica: nemorosas, los últimos narcisos y dientes de perro de la temporada, margaritas, jacintos, algunos crocus y la espléndida Fritillaria pirenaica.

Diente de Perro (Erythronium dens-canis)
 
  
Fritillaria pirenaica
    Repuestas nuestras de por sí exiguas fuerzas, iniciamos la ascensión al collado donde se asientan las lagunas de origen glaciar,  y el esfuerzo merece la pena: aguas cristalinas y un lugar casi salvaje, de gran belleza.
  
Primera Laguna
 
Segunda Laguna

 
   No contentos con lo ya subido, los más intrépidos continuamos la ascensión hasta el Cornón de Busmori, un coloso que, con sus casi 2000 metros sobre el nivel del mar, nos ofrece una vista difícilmente igualable de los contornos: Degaña y Cerredo, los valles de Ibias, el Bierzo y los Ancares, la inconfundible silueta de nuestro Caniellas y del Cueto de Arbás, ...

 


   Me despido con una nueva imagen de esas antiquísimas montañas moradas de mi siempre añorada Asturias.