domingo, 9 de diciembre de 2012

LA SERONDA




Camino de Sonande a Vallao (Cangas del Narcea)


   La Seronda, sin duda la estación más fotogénica, toca a su fin, dejando en nuestras retinas imágenes imborrables, que no se repetirán hasta la próxima otoñada.

Subida al Puerto del Connio
    Los magníficos bosques del suroccidente asturiano experimentan una rápida y paulatina transformación cromática en la que las verdes hojas de los árboles caducifolios van cambiando de color hasta que finalmente se caen, enriqueciendo el humus del suelo y favoreciendo el crecimiento del mismo, o de otros árboles.

Vista de Muniellos
     La disminución de las horas de sol y la bajada de las temperaturas obligan a los árboles a desprenderse de sus hojas, al no ser capaces de producir, mediante la fotosíntesis, la suficiente clorofila para perpetuar el verdor de sus copas. Se desprenden, por tanto, de sus hojas y ahorran energía en un largo letargo, del que no despertarán hasta poco antes de la primavera.

Bosque mixto de castaños y pinos desde El Puelo
    Abedules, fresnos, avellanos, nogales o arces (nuestros "pládanos") se tiñen de una llamativa tonalidad amarilla; castaños y robles adoptan un color más oscuro, que oscila del rojizo al marrón; los serbales de los cazadores ("capudres") y, sobre todo, los cerezos adquieren un espectacular color rojo, que, vistos en medio de un bosque, los asemeja a grandes llamaradas de color.
Pládano en un prado, cerca de la Vegal del Tallo

     Pero son las hayas, las reinas de nuestra Seronda. Pasear por la parte alta del Valle del Narcea (desde Gedrez a Monasterio de Hermo) durante los meses de octubre y noviembre es un verdadero espectáculo en el que asumen el papel protagonista las grandes e imponentes "fayas". En escasos metros del inmenso Hayedo de Monasterio de Hermo podemos encontrar variaciones cromáticas que van del verde al rojo más intenso, pasando por mágicos y sorprendentes dorados.

Brañas del Narcea. Hayedo de Monasterio de Hermo.
Hayedo de Monasterio de Hermo entre la niebla
   Nadie mejor que Patrick Mathew, naturalista escocés precursor de Darwin que vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX, para definir, en un libro sobre arboricultura y construcción naval, estos magníficos árboles: "Combina magnificencia con belleza, siendo el Hércules y el Adonis de nuestros bosques".
 
Detalle de la copa de un haya
    Bien, pues de éstas hay millones de ejemplares en el Hayedo de Monasterio de Hermo, constituyendo una experiencia única adentrarse en su interior, en cualquier época del año.

 


 

   Pero hay otros muchos lugares del municipio cangués que permiten contemplar bellas escenas otoñales, como pueden ser el valle del Cibea y el magnífico valle del Río Cabreiro, el mismo que hace poco más de un año pudo salvarse milagrosamente de un pavoroso incendio que asoló hectáreas de bosque y monte de dos de las más recónditas y bellas aldeas de las muchas que conforman la privilegiada geografía canguesa, La Artosa y Vega del Tallo.

Palacio de Miramontes, Cibea.



Prados de Cibea y Llamera, subiendo a Vallao



Hayedo en el Valle del Río Cabreiro
Vista de la cabecera del Río Cabreiro

No hay comentarios:

Publicar un comentario